Queridos Amigos:
Hoy es un día muy especial para el comercio de Madrid. Es el día que la Confederación del Comercio de Madrid, COCEM, nos reúne para distinguir los valores de personas y organizaciones que merecen nuestro respeto y reconocimiento y representan el ejemplo al que todos aspiramos en nuestra trayectoria personal y profesional. Voluntad, esfuerzo, solidaridad, son conceptos que están integrados en ellos y los identifican.
He tenido la gran suerte de colaborar en la fundación de COCEM y presidirla desde su inicio, y desde entonces he encontrado en sus miembros la manifestación cotidiana de esos valores. Si algo me enorgullece especialmente de estos años es haber representado más valores que intereses, y haber podido compartir el proyecto y la amistad de personas íntegras y solventes.
Y ello adquiere en este momento histórico especial relevancia. La gran crisis política, institucional, económica y social que atravesamos exige de los empresarios madrileños comportamientos y actitudes especialmente fundamentadas en la integridad, en la ética y en la solidaridad. Ningún momento ha sido mejor que éste para que nuestros empresarios y organizaciones se comprometan en un proyecto de ejemplaridad social, de iniciativa y superación de las dificultades y de motor de cambios y transformaciones imprescindibles para una convivencia justa y por ende, pacífica.
No es tarea fácil; pero desde COCEM asumimos el reto y el compromiso, y no sólo lo asumimos convencidos, sino que nos identificamos plenamente en ese objetivo. La realidad social se ha visto modificada profundamente y la capacidad de respuesta de nuestros empresarios debe ser ágil y adecuada. Debemos hacer el esfuerzo que hoy reconocemos a nuestros homenajeados y a los que tengo que agradecer enseñarnos con su ejemplo la ruta a seguir.
También deseo aprovechar este momento para transmitiros un mensaje pleno de ilusión; no es un deseo voluntarista, sino el convencimiento procedente de algunas reflexiones que deseo compartir con vosotros.
Vivimos en un país que, como todos, posee unas características peculiares y distintas de los otros. De la misma manera que reaccionamos con ingenio a la adversidad, no somos proclives a los cambios; preferimos una aburrida comodidad a una incomodidad creadora. Los grandes pensadores han coincidido inequívocamente, y yo lo comparto, que la vida consiste en el cambio. España no vive actualmente; la actualidad en España es la perduración del pasado. España se repite; repite lo de ayer hoy, lo de hoy mañana; o como decía Azorín en España, vivir es “ver volver”; nada nuevo comienza, nada viejo caduca por completo. De ahí, que apartemos lo genial, lo trágico y lo heroico y busquemos lo vulgar y lo baladí. La mediocridad se hace costumbre, la costumbre es la repetición, la repetición es el pasado insistiendo; y todo ello no es, sino una forma inerte de vida. Los empresarios, en nuestro ámbito, conocemos muchos ejemplos de ello desde hace décadas. Y necesitamos realizar las transformaciones necesarias para empezar a vivir realmente como queremos ser.
Los comerciantes de Madrid quieren ser protagonistas y responsables de su futuro, quieren disponer de autonomía e independencia para gestionar sus intereses, quieren nuevas maneras de organizarse y participar, quieren comprometerse con la realidad social, quieren recibir el apoyo imprescindible para facilitar su actividad.
Nos encontramos en una encrucijada vital: o nos enrocamos en una historia con muchas sombras, o asumimos los nuevos hábitos que el futuro nos exige con la ilusión de reconocernos vivos y fuertes para construir una sociedad más honesta y más justa.
Quiero animaros en ese empeño del que siempre nos sentiremos orgullosos; orgullosos de hacer lo correcto y orgullosos de ser lo que somos.