Los empresarios madrileños no se sienten cercanos a sus patronales. Los motivos son diversos: de una parte la dependencia política en la toma de decisiones que afectan a los mismos; de otra, los escándalos mediáticos vividos los últimos años; y por supuesto, la confusión producida a lo largo del tiempo entre el empresario solidario y el empresario especulador.
Vivimos un momento difícil de crisis global que sin duda afecta a nuestras organizaciones, y es muy pertinente reivindicar algunos principios. Los empresarios necesitan una patronal que debata y decida sus neces idades y objetivos de manera interna y sin interferencias; las relaciones con la Administración deben basarse en el reconocimiento por parte de éstas de la labor indispensable que las empresas realizan para el bienestar de los ciudadanos. Las Administraciones, ni pueden ni deben instrumentalizar a los empresarios en las disputas políticas y los empresarios que se presten a ello deberían desarrollar su vocación política dentro de un Partido, mejor que al servicio de las organizaciones profesionales.
Las Organizaciones están sobradas de delegados gubernativos sin representatividad empresarial, que quieren dirigir su destino y su voluntad, y eso no tiene ninguna utilidad para los empresarios de verdad. La relación Empresa – Administración necesita más que nunca que sea honesta en sus fines y que delimite perfectamente sus obligaciones; los servidores públicos deben velar por el interés general y facilitar a quienes mueven la economía, las herramientas adecuadas para cumplir su responsabilidad social, y que ésta se traduzca en trabajo y bienestar para la población.
El empresario no puede abdicar de esta responsabilidad, y si lo hace, está corrompiendo su esencia profesional y moral. Existen muchos empresarios honestos, y existían muchos más, hasta que fueron inducidos a entender, hace ya tiempo, que la viabilidad y desarrollo de su empresa era mejor si se hermanaba con los deseos e intereses políticos. Eso es una forma más de corrupción.
Las Organizaciones empresariales necesitan más que nunca, reforzar el crédito de sus representantes, refrendado por una trayectoria ejemplar y no cuestionable. Y ese ejemplo es el que puede potenciar la sana vocación de ser empresario, que debe y puede conciliar un ánimo de obtener beneficios con una función social tan solidaria como poco reconocida hasta la fecha.
Nunca como hoy debemos poner un punto y aparte que nos permita recuperar el orgullo y la dignidad de lo que somos y de lo que representamos.
Hilario Alfaro, Presidente de COCEM
Publicado en el Diario ABC el 6 de Marzo de 2013